Ensayo sobre la ceguera

Se trata de la obra cumbre de José Saramago. Publicada hace un cuarto de siglo, en tiempos de COVID-19 recobra una escalofriante actualidad.

La novela está narrada de una forma extraña por un narrador omnisciente que repone en un continuo de cuatrocientas páginas las voces de los personajes, sin habilitar ni una sola línea de diálogo.

La historia comienza así: un señor en su auto espera frente al semáforo y de repente se queda ciego. Una ceguera blanca, desconocida hasta entonces. No hay razón alguna para el “mal blanco”, como lo llama el Gobierno, y ataca de repente a cualquiera. El contagio se propaga en cuestión de horas a una porción considerable de la población. Pero el Gobierno, no tiene mejor idea que meter en cuarentena en un manicomio (¡sic!) a los contagiados y a los posibles contagiados. Al principio eran unos cuarenta, luego fueron llegando más y más camiones con gente hasta que llegaron a ser cerca de trescientos. El lugar, como era esperable, colapsó. Las salas no alcanzaron, la gente ciega vivía y dormía en los pasillos en el piso sufriendo el riesgo de ser literalmente pateada y pisada por otros internos, obviamente también ciegos. Mientras hubo posibles contagiados, estos tenían prohibido tener contacto con los contagiados, pero pronto -como era de esperar- esa distinción se volvió innecesaria. La estrategia del Gobierno para controlar la epidemia es en todo errada: al comienzo subestima el contagio, luego hacina durante meses a los contagiados en un lugar donde no hay espacio suficiente, ni agua, la comida llega con un día o más de demora, o directamente no llega, y si lo hace es en raciones por demás de insuficientes, mientras mantiene controlados con el ejército a los infectados (cualquier similitud con la realidad, no es mera coincidencia) y no tiene duda de disparar y asesinar cuando es necesario.

A partir de esta trama, Saramago aborda las tres utopías principales del ser humano, entendiendo como utopía a los proyectos o deseos ideales, en los que se concibe un ambiente perfecto y justo, sin conflictos, donde la vida transcurre en armonía e igualdad, cosa bastante probable. A partir de este concepto, el escritor habla de la ciencia, la igualdad social y la política como los tres ideales del hombre, que cree que en ellos está la solución a todo.

Por su parte, la sociedad aspira a una igualdad comunitaria a través del socialismo; en la ciencia se busca una mejora a nuestra calidad de vida, cosa que va en contra del primer principio, pues así exista, no todos podemos aspirar a ella; y la paz mundial, tal vez el apartado más irreal de todos, pues es completamente inalcanzable, ya que en el conflicto está la sazón de la paz.

Así, Saramago se inmiscuye en estos tres puntos, alegando que son completamente imposibles, pues desde los inicios de la historia, el ser humano ha soñado y luchado por un mundo equitativo, cosa que es imposible pues siempre habrá alguien que sea superior a nosotros. En la novela queda claro en el episodio del Sanatorio donde los ciegos comienzan a tomar partido, dividiendo al lugar entre los fuertes y los débiles, los cuales deben servir con sexo o dinero, como en la vida misma. De igual forma, habla de la mala política que ha gobernado al mundo y que tuvo un gran énfasis en la época en la que Ensayo sobre la ceguera fue publicado, ya que los cinco continentes estaban plagados de dictaduras y regímenes totalitarios.

La lectura de Ensayo sobre la Ceguera es fundamental, pues la contundencia del mensaje que se esconde tras sus páginas debe llegar a todo el mundo, ya que el portugués, con proyección universal, presenta el estado puro del ser humano, en un ambiente que se fusiona con la acción y los sentimientos de los personajes, los cuales dejan fluir su conciencia mediante monólogos interiores, que crean un ambiente ambiguo, dando pie a la reflexión.

Esta novela es el vivo reflejo de nuestro mundo, donde tenemos ojos, pero nos negamos a ver. Saramago hace una crónica sumamente vigente, cuya lectura será difícil para aquellos que prefieran optar por cerrar los ojos, pues esto resulta mucho más fácil y menos incómodo. Por esta razón, el escritor habla de una ceguera blanca, símbolo del estado de conciencia y lucidez que atravesaron los protagonistas en su peregrinar hacia la sanación moral, en el que aprendieron a hacer el bien, sin mirar a quién, en un mundo donde la mayoría de las veces el medio justifica el fin.

Y dejo aquí, porque lo demás sí es spoiler liso y llano de una novela que en todo, vale mucho la pena leer.


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