23 de abril: El poder de la literatura

La experiencia que vivimos a consecuencia de la pandemia de la COVID19 ha revelado la necesidad de recurrir a lo esencial de la condición humana, lo que nos une, la protección que encontramos en el sentido de interdependencia de los seres humanos. Si aplaudimos cada tarde a tanta gente es porque sentimos la pertenencia a la hermandad, a la tribu humana.

En este confinamiento, leer se ha convertido en un refugio, tal vez, porque la literatura, los relatos artísticos, nos ayudan a poner orden en el caos impuesto por el dolor, propician lecturas profundas, espeleológicas, que escarban bajo la epidermis o la corteza de las palabras. Es decir, fomentan el sentido crítico. También la capacidad de ponernos en la piel de otros seres humanos, construyen empatía y pueden liberarnos del miedo. La literatura es el repositorio de la riqueza del sentir y pensar humanos, y en estos momentos ofrece lo que ninguna ciencia puede ofrecer: un espejo para entender el confinamiento y la esperanza de un futuro mejor.

No sé si la literatura prepara para enfrentarse a los problemas pero sí que hay algo curativo en la lectura, algo sanador. Y hay mucho de verdad en esa idea de que todo está en los libros: el amor, la desazón, los sueños, la desgracia y, por supuesto, las pandemias. Por sí misma la literatura no nos prepara para nada, pero de la literatura, quizás, podamos conseguir consuelo y extraer lecciones sobre la fragilidad del ser humano, acosado desde siempre por pestes y miedos milenarios».

Lecciones como las que se desprenden de la lectura de la primera serie de los “Episodios Nacionales” de Pérez Galdós. En ellos exaltó la unión del pueblo español. E igual que nos sentimos orgullosos hoy de cuanto están en la primera línea de lucha contra el maldito virus,  entonces cuando tuvimos que defender la integridad nacional contra Napoleón lo hicimos con el mismo valor y fraternidad. Los Episodios Nacionales son libros entretenidísimos, y esa es razón suficiente para leerlos, pero es que, además, ayudan a entender conceptos fundamentales, «que las historias pequeñas de cada día se relacionan con los grandes gestos políticos, aunque a veces estos gestos sean muecas que no están a la altura; que la cultura es fundamental en la construcción de la democracia; y que el pasado y su relato es un aprendizaje para el presente».

A Miguel Delibes sospecho que todo esto le habría acentuado su pesimismo pertinaz. Esta pandemia mundial le confirmaría sus más negros augurios sobre los efectos negativos de la globalización, cómo el progreso acelerado sin pies ni cabeza nos conducía a este tipo de catástrofes. Delibes siempre denunció nuestra arrogancia, nuestra falta de empatía con la naturaleza, la explotación salvaje de los recursos, esa falsa idea de progreso que justifica las mayores tropelías: la codicia, el culto al dinero que es en gran medida responsable de este mundo trastornado en el que vivimos.

“La ciudad entera se sentía atenazada por el invisible fantasma de la gripe. Se dictaron una serie de medidas preventivas: se cerraron las escuelas y los teatros; se suprimieron los paseos dominicales; las empresas funerarias montaron un servicio nocturno permanente para atender el exceso de enterramiento (…) y Cecilio Rubes decía:  ¡Ah, la gripe! ¿Desde cuándo la gripe es una enfermedad importante?». Extraído de “Mi idolatrado hijo Sisí”.

“La gripe alcanzó su cenit en la ciudad y lentamente empezó a decrecer. Los datos de las autoridades sanitarias invitaban al optimismo. (…) Seguía el luto ahincado en la ciudad, pero era un luto más sosegado y pacífico. Poco a poco la gente iba asomando a la calle; iniciaba tímidamente los paseos dominicales, un teatro abría sus puertas, otro anunciaba la próxima apertura con la reaparición de una compañía de cómicos muy renombrados, y, de este modo, la ciudad va retornando a su antiguo ritmo, encontrándose a sí misma olvidándose del paseo funesto de la peste como de un mal sueño”.

Escrito mientras amanece un 23 de abril, día del libro, del 2020, año del centenario de la muerte de Don Benito Pérez Galdós y del centenario del nacimiento de Don Miguel Delibes.


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